PCR anal: cómo se realiza y cuándo es recomendable
Desde el inicio de la pandemia de coronavirus se han utilizado múltiples pruebas de diagnóstico. Entre todas estas destacan:
- Pruebas PCR en el sistema respiratorio.
- Test rápidos de saliva.
- Análisis serológicos (sangre).
- Test de Antígenos.
El objetivo de todas ellas es detectar algún tipo de material genético con el que determinar si existe una infección activa o no, por COVID-19.
Además de estos, hemos conocido otro tipo de test, la PCR anal. Esta práctica que ha comenzado a usarse en China está siendo muy positivamente valorada por los servicios médicos de todo el mundo por una serie de razones. Te lo explicamos, sigue leyendo.
Índice
¿Cómo se realiza una PCR anal?
En realidad, la PCR anal no es nueva, se llevan realizando prácticamente desde el principio de la pandemia.
La forma de realización es muy sencilla:
- Se empapa un hisopo de algodón de unos dos o tres centímetros con solución salina.
- Se introduce en el ano, girándose durante varios segundos. Su objetivo es recoger restos de heces que contengan trazas del virus.
- Se analiza en laboratorio, como una PCR nasal.
En cuanto al paciente, no es una prueba dolorosa, pero sí algo molesta, como lo es la PCR nasal.
¿Cómo se obtienen resultados?
Como ocurre con la PCR nasofaríngea no ofrece un resultado inmediato, tiene que ser analizado en un laboratorio de microbiología.
El objetivo es buscar ARN del virus, con la ventaja de poder aislar y reconocer si la infección proviene del COVID-19. Incluso, con más tiempo de análisis, se puede aislar la cepa del virus.
Los procesos de validación varían, pero suele estar disponible en el caso de ingresos hospitalarios, con unidades de microbiología in situ, en unas pocas horas.
La PCR tiene una fiabilidad muy alta, pero no total, pero si una especificidad del 100%. Esto es lo que hace interesante este tipo de prueba, el poder detectar positividades mayores que en la PCR tradicional.
Las ventajas de la PCR anal
La razón por la que utilizar una PCR anal en lugar de una PCR nasofaríngea está en la permanencia de las trazas del virus durante más tiempo y de forma más estable en las heces.
La propia OMS ha señalado que, aunque de forma preliminar, que la positividad parece más larga si se compara con el tracto respiratorio.
Por ello, sería una mejor prueba para la detección de casos con carga vírica escasa e incluso asintomáticos.
No solo eso, también permite hacer la prueba de forma más sencilla en el caso de pacientes intubados o con resistencia a hacer la prueba por las vías respiratorias, como en pacientes con trastornos psiquiátricos.
También, tal y como ha señalado el CSIC, sería de gran utilidad en pacientes hospitalizados. En este caso se buscaría confirmar que no quedan trazas del virus antes de darles el alta.
Una de las grandes incógnitas de la COVID-19, por la variabilidad de casos, es el tiempo de pervivencia del virus en el organismo.
Hay casos, en los que incluso meses después de la infección, se sigue detectando el virus en una PCR nasofaríngea, generando positivos, aunque el virus no esté activo.
Pero también ocurre lo contrario, que un tiempo después, el coronavirus no se detecte en las zonas por las que ha entrado en el organismo, como son las mucosas de garganta y nariz.
Es en estos casos donde la detección de restos en el recto, donde pervive durante más tiempo, tiene especial relevancia para evitar altas prematuras que generen posteriormente nuevos ingresos.
En definitiva, la PCR anal, aunque no es la prueba más idónea para hacer cribados masivos, si es de gran utilidad para uso en determinados casos. Y con ello lograr un mayor control de la enfermedad.