Consecuencias del aislamiento social en la salud
La cuarentena no fue fácil de superar, fue una época que derivó en múltiples problemas de salud para todos. Por eso, y más que nunca, debemos cuidarnos, y es que las consecuencias del aislamiento social pueden afectar tanto a nuestra salud psicológica como física.
A pesar de los “efectos secundarios” que implicó el confinamiento, resulta obvio que, debido a la elevada tasa de contagio del coronavirus COVID-19, las medidas de aislamiento e higiene son las más efectivas. Por eso, antes de continuar, te dejamos este post con las claves para evitar el contagio, porque eso sigue siendo fundamental y no debemos olvidarlo.
Índice
Factores que influyen en las consecuencias del aislamiento
Como decíamos al inicio, las consecuencias del aislamiento son evidentes. ¿Por qué? Porque para los seres humanos, y otros mamíferos, la sociabilización influye de manera determinante en nuestra salud, y cuando se reduce el contacto físico y la comunicación interpersonal, “nos pasa factura”.
Si a esto le sumamos una menor exposición a la luz natural, más sedentarismo, menor oxigenación ambiental (habitual en las casas) y a menudo una peor alimentación… el resultado es que no paramos de sumar factores negativos para la salud.
¿Qué implica todo esto? Si vamos al plano neuroendocrino nos encontramos: liberación de hormonas como cortisol y leptina, relacionadas con el miedo y el apetito, desregulación de neuropéptidos en el hipocampo y la amígdala, donde se “gestan” las emociones, y reducción de la melatonina, fundamental para el sueño, etc…
Efectos negativos en la salud
Ya te habrás dado cuenta de que este torbellino de cambios neurohormonales no puede traer nada bueno. En realidad es una forma de estrés crónico y afecta, por tanto, a todo tu organismo.
Veamos sus consecuencias, que si quieres puedes conocerlas aún con más detalle en este artículo de la revista Nature, sobre sus implicaciones en el comportamiento y la esperanza de vida.
Consecuencias físicas
Los problemas físicos, o buena parte de ellos tienen que ver con que nuestro cuerpo quiere que haya energía disponible para enfrentarse a una potencial amenaza. Para lograrlo le “roba” esa energía a otros sistemas, por ejemplo al digestivo.
Los desajustes aparecen cuando al prolongarse la situación de estrés, como está sucediendo, los sistemas de regulación se alteran, y porque los diferentes órganos de nuestro cuerpo si están mucho tiempo con poca energía, se resienten, empeora su funcionamiento e incluso se dañan.
Todo ello las consecuencias del aislamiento pasan porque nos encontremos con:
- Mayor riesgo de hipertensión
- Mayor riesgo de azúcar alto en sangre
- Mayor riesgo de colesterol elevado
- Mayor riesgo de triglicéridos elevados
- Mayor riesgo de infarto
- Desajustes inmunes: Más riesgo de infecciones
- Trastornos digestivos: más estreñimiento, acidez…
- Desajustes en el apetito
- Se favorece el sobrepeso
- Pérdida de memoria
- Cefaleas
- Trastornos venosos
- Retención de líquidos
- Contracturas musculares
- Debilidad muscular
¡Buf! ¿Tanto? Sí, y alguna más… De hecho si lo pensáis el castigo más duro en muchas cárceles es el internamiento en celdas de aislamiento. ¡Por algo será!
A este respecto, muchos expertos advierten de que los cambios neurológicos en las personas aisladas pueden ser permanentes, y resultar dañinos y contraproducentes. De estos cambios hablaremos un poquito más adelante, en el apartado de los cambios psicológicos.
Quizás os estemos asustando un poco… y no era nuestra intención. ¡Qué no cunda el pánico! Vamos a relativizar. En realidad los efectos varían según la intensidad del agente estresante, en este caso la cuarentena, también de la duración y de la susceptibilidad de cada persona.
Obviamente no es lo mismo estar en casa con tu familia, que solo, aunque depende cual… no es lo mismo un mes, que medio año, no es lo mismo una casa que una celda.
Es cierto que algunas de las alteraciones que os menciono aparecen ya en las primeras 24 horas, pero otras no se dan hasta las dos semana, y otras pueden tardar incluso más tiempo en aparecer y lo harán o no, según tu genética y tus hábitos, tanto los anteriores al confinamiento como los que tengas durante el mismo.
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Si observas en tu entorno verás que a algunas personas el estrés enseguida les altera el apetito, a otras puede dolerles más la cabeza, algunas hacen peor la digestión… ¡Cada uno es un mundo!
En cualquier caso hay que tomárselo en serio, las consecuencias en el largo plazo de la sensación de aislamiento ocasionan una reducción de la esperanza de vida de hasta el 26%… y muchas veces los más afectados son los ancianos, como sucede en esta triste situación. Por eso nos toca cuidarles. Te lo contábamos en más detalle en nuestro artículo sobre las claves para cuidar a nuestros mayores en tiempos de coronavirus.
Para paliar estas consecuencias físicas son fundamentales el ejercicio y una buena alimentación, rica en verduras de hoja verde y hortalizas, así que tenlo muy en cuenta esta cuarentena.
Consecuencias psicológicas
Por desgracia la lista de efectos negativos del confinamiento no se queda ahí, toca hablar de los que afectan a nuestra mente, que probablemente son los peores, porque minan mucho nuestra calidad de vida.
Las personas propensas a cualquier enfermedad psicológica verán incrementado el riesgo de recaer, y algunas que nunca han padecido ningún trastorno de este tipo pueden caer en ellos.
Vamos a detallar cuáles son las consecuencias del aislamiento para nuestra psique:
- Incremento de la irritabilidad
- Incremento de la apatía
- Confusión mental
- Sensación de miedo (desabastecimiento, incertidumbre, sobreinformación, etc.)
- Mayor riesgo de depresión
- Se favorece el insomnio
- Mayor riesgo de ansiedad
- Propensión a la agresividad
- Mayor susceptibilidad al dolor
- Más riesgo de adicciones: ludopatía, alcohol, tabaco,…
Todo esto solo en personas “sanas”, porque aquellos con esquizofrenia o los niños con autismo e hiperactividad, pueden verse especialmente afectados.
Respecto a la agresivida, es uno de los comportamientos que más tiende a cronificarse, es decir que pueden mantenerse tras el periodo de aislamiento, debido a los cambios neurológicos que suceden en nuestro cerebro.
Porque sí, las alteraciones inducidas por un aislamiento prolongado, afectan tanto a la estructura y la función cerebral que pueden volverse permanentes. De ahí lo que os comentaba anteriormente de la polémica por los castigos en las cárceles en celdas de aislamiento, pues los presos pueden tornarse más agresivos.
Para prevenir este cúmulo de disfunciones nada como mantener el contacto social: vídeo llamadas, cartas con fotos para nuestros mayores, atender con especial mimo a vuestras mascotas, en el que las tenga ¡Hasta hablar desde las ventanas! ¿Por qué no?
Exponerse todo lo posible a la luz natural o prácticas como el mindfulness también pueden ayudarte ¿Nunca lo has practicado? Quizás ahora sea un buen momento. Y antes de despedirme.
Ahora que sabéis las consecuencias del aislamiento espero que os pongáis a trabajar para mitigarlas, sin tenerles miedo, porque hay que ocuparse pero no preocuparse. Si seguís nuestro blog encontraréis muchos consejos para pasar a la práctica. Y ahora sí, me despido, cuidaos mucho, y si te ha gustado este post ¡No te olvides de compartirlo!
💡 Conoce más acerca de la salud mental
Ante todo, lo que implica un confinamiento en nuestras casas es un aislamiento físico que “debemos intentar evitar que se convierta en aislamiento social“, según precisa Guillermo Fouce, doctor en psicología y presidente de la Fundación de Psicólogos Sin Fronteras. Y para conseguirlo, el doctor Fouce indica la necesidad de comunicarnos con los otros por las vías de que dispongamos: “por las nuevas tecnologías, por teléfono, por las ventanas…, como sea, pero no aislarnos socialmente y expresarnos, compartir y pedir ayuda”, explica este experto.
Asimismo, Fouce señala otras recomendaciones para combatir los posibles efectos psicológicos negativos del aislamiento:
- No obsesionarse con el virus ni dedicarle todo el tiempo nuestra atención.
- No caer en bulos informativos y solo creer en la información contrastada.
- Organizarse el tiempo: ponerse un horario, levantarse a una hora razonable, marcarse actividades durante el día.
- Usar el humor, la creatividad…
- Aprovechar para hacer cosas que no podíamos hacer en otro momento, como cocinar, ver esa película pendiente o leer libros en cola, hacer visitas virtuales, aprender a tocar un instrumento…
Te lo contamos con más detalle en nuestro artículo “14 claves para proteger nuestra salud mental en tiempos de Coronavirus“.
Algunas de estas sugerencias coinciden con las medidas proporcionadas por la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP) para cuidar la salud mental durante la cuarentena por el coronavirus:
- Ser conscientes del riesgo que correríamos si no cumpliéramos las restricciones de distanciamiento social, para lo que conviene mantenerse informado a través de fuentes fiables y limitar el tiempo de exposición a los medios de comunicación.
- Afrontar las principales preocupaciones: consultar a los profesionales sanitarios las dudas que nos surjan sobre lo que implica las circunstancias del aislamiento.
- Mantenerse conectado socialmente.
- Utilizar medios prácticos para relajarse.
- Organizar una rutina en domicilio para uno mismo y su familia.
- Vivir experiencias cotidianas personales.
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Finalmente, entre los consejos de la psicóloga Cristina Rodríguez para paliar en cierto grado los desajustes psicológicos provocados por el confinamiento está, una vez más, la necesidad de limitar la información y buscar que esta sea veraz. Además, afirma que el autocuidado, mantener una rutina y seguir las pautas recomendadas nos puede hacer recuperar una cierta sensación de control. Por último, reflexiona sobre “retraducir” la situación como una oportunidad de aprendizaje, ya que nos permitirá disminuir la sensación de vulnerabilidad y desarrollar recursos internos de afrontamiento.
Identificados los posibles efectos negativos en nuestra salud mental que la pandemia pudo ocasionar, animamos a llevar a cabo las recomendaciones y consejos de los expertos para cuidarnos y que el impacto posterior o en futuras crisis sea el mínimo.
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