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Distimia o depresión persintente: definición, síntomas y tratamiento

distimia en adultos

La distimia es un trastorno afectivo persistente que dura al menos dos años en adultos y un año en niños y adolescentes. Para ofrecer un tratamiento oportuno que disminuya el impacto continuo de los síntomas que incluyen falta de energía, baja autoestima, pensamiento negativo y pobre conciencia del estado de ánimo, es fundamental diferenciar rápidamente la distimia de otros tipos de depresión.

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¿Qué es la distimia?

Hablamos de un trastorno distímico o distimia cuando se presenta un estado de ánimo depresivo durante días, la mayor parte del día. La distimia es un trastorno afectivo crónico que dura al menos dos años en adultos y uno en niños y adolescentes. El trastorno distímico se divide en dos subtipos:

  • Distimia temprana: antes de los 21 años
  • Distimia tardía, ocurre después de los 21 años

En la realidad, el trastorno puede comenzar a cualquier edad. La persona con distimia puede desarrollar una visión pesimista del mundo y una baja conciencia del estado de ánimo normal cuando este trastorno comienza en la infancia; por lo tanto, las consecuencias de un pensamiento negativo constante y una baja autoestima pueden ser significativas a lo largo de la vida.

Por otro lado, se ha observado que estas personas, a pesar de que este trastorno progresa con cierta estabilidad de la función social, suelen invertir su energía en el trabajo y les queda muy poca para dedicar a actividades de ocio, familia y sociales.

Las personas con distimia pueden tener pérdida de intereses y aumento de la autocrítica, viéndose a menudo a sí mismas como poco interesantes o inútiles. Estos síntomas suelen convertirse en parte de su vida cotidiana (“yo soy así”, “es mi forma de ser”), por lo que es habitual que estas personas no sean evaluadas y/o diagnosticadas a no ser que sean preguntadas directamente por un profesional de salud.

distimia o depresión persistente que es

Síntomas

Para que podamos hablar de un trastorno distímico han de darse dos o más de los siguientes síntomas:

  • Aumento o pérdida de apetito
  • Insomnio o hipersomnia
  • Fatiga o falta de energía
  • Baja autoestima
  • Dificultad para concentrarse o tomar decisiones
  • Sentimientos de desesperanza.

Es común que los niños y adolescentes presenten otros síntomas, como enuresis, encopresis, trastornos de conducta o trastornos por déficit de atención e hiperactividad; sin embargo, presentan menos síntomas vegetativos que los adultos.

Los síntomas depresivos de esta afección son más bien leves, pero persisten durante años. Suele darse más en personas jóvenes, con baja autoestima, irritables, tristes y con síntomas somáticos suaves (cefalea, dolores variados, cansancio, etc.), enfrentando dificultades en sus actividades sociales e interpersonales.

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Diagnóstico de la distimia

Para poder diagnosticarse como un trastorno, la persona debe mantener los síntomas durante más de dos meses seguidos y no experimentar un episodio depresivo mayor durante ese lapso de tiempo. Adicionalmente, no se debe atribuir la afección a un trastorno depresivo mayor crónico, un episodio maníaco, hipomaníaco o mixto, un trastorno ciclotímico o un abuso de sustancias.

Asimismo, los síntomas no deben atribuirse a enfermedades médicas, duelo, abuso de sustancias, uso de medicamentos o cualquier circunstancia de la vida que pueda causar tristeza.

La distimia suele comenzar antes de los 25 años de edad, de forma lenta y gradual, teniendo un curso crónico, con sensación persistente de abatimiento y desinterés por las actividades cotidianas, con poca capacidad para disfrutar, y con fluctuaciones suaves y periódicas del estado de ánimo. Inicialmente, la distimia resulta muy poco aparente, causando importantes problemas sociales y un bajo rendimiento escolar.

La gravedad, la persistencia y la cronicidad distinguen la distimia y la depresión mayor. El estado de ánimo depresivo en la depresión mayor debe estar presente la mayor parte del día, casi todos los días, durante al menos dos semanas; en la distimia, por otro lado, debe estar presente la mayor parte del día durante al menos dos años. El hecho de que los dos trastornos tengan síntomas similares y que no se pueden evaluar retrospectivamente sus diferencias en cuanto a inicio, duración, persistencia y gravedad dificulta el diagnóstico diferencial entre el trastorno depresivo mayor y el trastorno distímico.

La alteración del estado de ánimo es difícil de distinguir del funcionamiento normal de la persona cuando el trastorno distímico dura muchos años.

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Tratamiento de la distimia

El tratamiento de la distimia es similar al tratamiento de la depresión mayor. El tratamiento ideal incluye una combinación de tratamiento con medicamentos antidepresivos y psicoterapia.

Dado que la distimia tiene un impacto en el funcionamiento emocional de las personas que la padecen, es muy recomendable utilizar la psicoterapia como una forma complementaria al tratamiento farmacológico. Las modalidades de psicoterapia que se han demostrado ser efectivas en su manejo incluyen las terapias cognitiva-conductual, terapia de aceptación y compromiso, terapia grupal y apoyo.

De forma general, la terapia psicológica ayuda a adquirir técnicas de afrontamiento adecuadas, así como a mejorar síntomas como la desesperanza, la anhedonia y la incapacidad para percibir o experimentar eventos positivos, entre otros.

La psicoterapia tiene como objetivo reeducar la autoevaluación, disminuir el aislamiento social, apoyar la creación de relaciones interpersonales y disminuir los efectos perjudiciales sociales, familiares y laborales.

Consejos para afrontar la distimia en tu día a día

Para ayudar a manejar los problemas relacionados con las emociones y los sentimientos que surgen durante la distimia, será fundamental la intervención psicológica profesional, que proporcionará herramientas útiles para manejar conflictos internos y relacionales. En ocasiones, la psicoterapia no es suficiente para tratar la distimia y debemos implementar un tratamiento psicofarmacológico que dure un período de tiempo variable.

Para complementar el tratamiento profesional se pueden seguir también estos consejos:

  • Evitar reprimir las emociones: la represión de las emociones siempre resulta en un desgaste tanto mental como físico, por lo que nunca es una buena opción. Adicionalmente, a largo plazo estas emociones reprimidas tendrán un impacto negativo en nuestra salud mental y en nuestro entorno.
  • No culparse: las personas que sufren distimia tienen la tendencia a sentirse culpables por sus sentimientos. Al igual que no es una decisión tener una enfermedad física, sufrir un trastorno psicológico tampoco es una opción. También suelen ser el resultado de una combinación de varios factores, en vez de una causa única.
  • Cuidar la alimentación: aunque la dieta no puede curar un trastorno mental, tiene un impacto directo en la química de nuestro cerebro. Se ha descubierto que los alimentos pueden afectar la producción de ciertos neurotransmisores. El consumo de alimentos saludables puede, por tanto, mejorar la salud mental.
  • Establecer rutinas: aunque a veces cueste mantener ciertas rutinas, en realidad estas nos ayudan a tener una estabilidad mental y emocional. Es aconsejable establecer un horario para el descanso, el trabajo, el sueño y las comidas, entre otras cosas. Puede sentirse mejor si organiza tu día a día con objetivos que sean alcanzables.
  • Mantener una red de apoyo social segura: una con la que te sientas cómodo puede ayudarte a comunicar tu estado de ánimo, además de ser un factor protector contra el desarrollo de trastornos psicológicos.
  • Realizar ejercicio físico: cuando se padece distimia es esencial tomar conciencia de la propia realidad y enfrentar las circunstancias buscando medidas de autocuidado que puedan disminuir el nivel de estrés, como meditación, relajación, yoga y ejercicio físico regular al menos dos días a la semana.  La mejora del estado de ánimo se logra gracias a que aumentan los niveles de serotonina en el cuerpo.
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Psicóloga
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Licenciada en Psicología, Máster en Trastornos Postraumáticos, Técnico Superior en Prevención de Riesgos Laborales, Experta en Psicología de Emergencias y Catástrofes por el Consejo General de la Psicología de España, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Psicología Aplicada a Desastres, Urgencias y Emergencias (SEPADEM), Coordinadora del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes del Colegio Oficial de Psicólogos del Principado de Asturias, y Vicepresidenta de la Federación Internacional de Psicología en Emergencias (FIPE-IFEP). Más de 20 años de experiencia en asesoramiento psicológico e impartición de actividades formativas presenciales y online.